Génesis – El hombre y la mujer pecan – El paraiso perdido – Capítulo 3

Les doy la bienvenida a un viaje profundo hacia el corazón de la historia que marcó el comienzo de la humanidad: “La caída del hombre y la mujer”.

En este cautivador pasaje bíblico, nos sumergiremos en la historia que ha perdurado a lo largo de los siglos, explorando las decisiones y consecuencias que llevaron al ser humano a enfrentar la pérdida del Edén.

En el libro del Génesis, descubrimos la astucia de la serpiente, la irresistible tentación del fruto prohibido y las repercusiones que trastornaron el curso mismo de la existencia.

Preparemos nuestros corazones para sumergirnos en esta narrativa cargada de simbolismo, reflexiones morales y lecciones eternas que continúan resonando en nuestras vidas en el día de hoy.

¡Adentrémonos juntos en relato de la caída del hombre y la mujer en el Edén, buscando inspiración y sabiduría para nuestras propias vidas!

El hombre y la mujer pecan

1 La serpiente era el más astuto de todos los animales salvajes que el Señor Dios había hecho. Cierto día le preguntó a la mujer: —¿De veras Dios les dijo que no deben comer del fruto de ninguno de los árboles del huerto?

2 —Claro que podemos comer del fruto de los árboles del huerto —contestó la mujer—.

3 Es solo del fruto del árbol que está en medio del huerto del que no se nos permite comer. Dios dijo: “No deben comerlo, ni siquiera tocarlo; si lo hacen, morirán”.

4 —¡No morirán! —respondió la serpiente a la mujer—.

5 Dios sabe que, en cuanto coman del fruto, se les abrirán los ojos y serán como Dios, con el conocimiento del bien y del mal.

6 La mujer quedó convencida. Vio que el árbol era hermoso y su fruto parecía delicioso, y quiso la sabiduría que le daría. Así que tomó del fruto y lo comió. Después le dio un poco a su esposo que estaba con ella, y él también comió.

7 En ese momento, se les abrieron los ojos, y de pronto sintieron vergüenza por su desnudez. Entonces cosieron hojas de higuera para cubrirse.

8 Cuando soplaba la brisa fresca de la tarde, el hombre y su esposa oyeron al Señor Dios caminando por el huerto. Así que se escondieron del Señor Dios entre los árboles.

9 Entonces el Señor Dios llamó al hombre: —¿Dónde estás?

10 El hombre contestó: —Te oí caminando por el huerto, así que me escondí. Tuve miedo porque estaba desnudo.

11 —¿Quién te dijo que estabas desnudo? —le preguntó el Señor Dios—. ¿Acaso has comido del fruto del árbol que te ordené que no comieras?

12 El hombre contestó: —La mujer que tú me diste fue quien me dio del fruto, y yo lo comí.

13 Entonces el Señor Dios le preguntó a la mujer: —¿Qué has hecho? —La serpiente me engañó —contestó ella—. Por eso comí.

14 Entonces el Señor Dios le dijo a la serpiente: «Por lo que has hecho, eres maldita más que todos los animales, tanto domésticos como salvajes. Andarás sobre tu vientre, arrastrándote por el polvo durante toda tu vida.

15 Y pondré hostilidad entre tú y la mujer, y entre tu descendencia y la descendencia de ella. Su descendiente te golpeará la cabeza, y tú le golpearás el talón».

16 Luego le dijo a la mujer: «Haré más agudo el dolor de tu embarazo, y con dolor darás a luz. Y desearás controlar a tu marido, pero él gobernará sobre ti».

17 Y al hombre le dijo: «Dado que hiciste caso a tu esposa y comiste del fruto del árbol del que te ordené que no comieras, la tierra es maldita por tu culpa. Toda tu vida lucharás para poder vivir de ella.

18 Te producirá espinos y cardos, aunque comerás de sus granos.

19 Con el sudor de tu frente obtendrás alimento para comer hasta que vuelvas a la tierra de la que fuiste formado. Pues fuiste hecho del polvo, y al polvo volverás».

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20 Después, el hombre —Adán— le puso a su esposa el nombre Eva, porque ella sería la madre de todos los que viven.

21 Y el Señor Dios hizo ropa de pieles de animales para Adán y su esposa.

22 Luego el Señor Dios dijo: «Miren, los seres humanos se han vuelto como nosotros, con conocimiento del bien y del mal. ¿Y qué ocurrirá si toman el fruto del árbol de la vida y lo comen? ¡Entonces vivirán para siempre!».

23 Así que el Señor Dios los expulsó del jardín de Edén y envió a Adán a cultivar la tierra de la cual él había sido formado.

24 Después de expulsarlos, el Señor Dios puso querubines poderosos al oriente del jardín de Edén; y colocó una espada de fuego ardiente —que destellaba al moverse de un lado a otro— a fin de custodiar el camino hacia el árbol de la vida.

Reflexión

Querida comunidad, en este relato, nos hemos encontramos con la astucia de la serpiente, quien cuestiona la palabra de Dios y siembra la semilla de la duda en el corazón de la mujer.

Nos hemos enfrentamos a la realidad de las tentaciones que, sutilmente, nos persuaden a apartarnos de la voluntad divina.

La mujer, seducida por el deseo de conocimiento y sabiduría, toma el fruto prohibido, y su esposo, en complicidad, también cae.

Observamos cómo las decisiones individuales llevan a consecuencias que transforman no solo sus vidas, sino el curso de la humanidad.

El juicio divino se manifiesta, pero también contemplamos la gracia misericordiosa de Dios. A pesar de nuestras faltas, Él provee, viste a Adán y Eva, y, en Su amor inquebrantable, traza un camino hacia la redención.

Recordemos que la historia del Edén no solo es un relato antiguo, sino un espejo que refleja nuestras propias luchas y caídas. Sin embargo, también nos revela un Dios que, a pesar de nuestros errores, ofrece una senda hacia la restauración.

Alabemos la gracia de aquel que, a pesar de expulsarnos del Edén, nos redime con amor. Que este relato inspire una reflexión profunda sobre nuestras elecciones y nos lleve a buscar la misericordia divina con corazones humildes.

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